martes, 6 de diciembre de 2011

“Importancia Personal”

Hace mucho tiempo, mientras leía un libro llamado “Viaje a Ixtlan“, del escritor y antropólogo Carlos Castaneda, me encontré con estos términos: “importancia personal”. En aquél momento no supe interpretar en toda su dimensión el significado de estas palabras que luego con el correr del tiempo fui descubriendo.
Carlos Castaneda fue un hombre que como antropólogo se acercó a un indio yaqui de México para estudiar el uso de plantas medicinales. Su interés era puramente científico y de orden racional. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, su aprendizaje tomó un giro inesperado. El indio, conocido como Don Juan Matus, llevó a Castaneda a conocer y experimentar la realidad desde otro lugar. Este enfrentamiento con el lado misterioso del hombre o como lo llamaban ellos, lo “desconocido”, no hizo más que romper con su lado racional y lo llevó a comprender que la realidad no es sólo aquello que ven nuestros ojos…
Hoy nos detendremos particularmente en una de sus enseñanzas, “la importancia personal”: definida por Don Juan como aquello que nos hace sentir ofendidos, lastimados, heridos ante el juicio o el comportamiento ajeno, lo que nos produce un gran desgaste energético y un gran malestar. Por eso una de las cosas más importantes para los chamanes era lograr desprenderse de ella ya que hacerlo libera toda la energía que consumimos en defender la imagen que tenemos de nosotros mismos. Para ellos el propósito era el ahorro y la recuperación de la energía a fin de ampliar la percepción hacia otros aspectos de la realidad y para alcanzar lo que ellos denominaban la libertad total de sus consciencias al momento de morir. Sin embargo, sus enseñanzas también nos pueden servir, a nosotros, “hombres comunes”, como una forma estratégica e inteligente de vivir la vida, un aprendizaje que nos puede hacer el camino mucho más fácil y placentero a la hora de vincularnos con los demás y con nuestro interior.
Podríamos comparar a la “importancia personal” con el ego, tal vez así podamos comprender un poco más de qué se trata. ¿Quién no se ha sentido humillado, incomprendido, maltratado, enojado por las actitudes de los demás? Todas estas reacciones emocionales y tan naturales en nosotros, a veces se vuelven nuestro peor enemigo. ¿Acaso no podríamos defendernos, discutir, intercambiar ideas sin que exista el enojo de por medio? ¿Acaso el enojo sirve de algo? La respuesta más sencilla es que el enojo no sirve en absoluto, porque igualmente podemos defendernos sin enojarnos, es decir, actuar de acuerdo a lo que amerite la situación pero sin enojo, tristeza o frustración. Los sentimientos que se generan en nuestro interior no aportan nada a los hechos concretos que nos están sucediendo, en todo caso lo único que hacen es provocarnos mayor malestar y aumentar la frustración. Es decir que no sólo está el problema externo sino que también está el problema interno que nosotros mismos generamos. DOBLE PROBLEMA. Por eso nada más importante que intentar controlar nuestro enojo y nuestras sensaciones. Sé también que no hay nada más difícil de lograr… Sin embargo, creo que vale la pena hacer el esfuerzo. Pero para controlar algo primero debemos saber cómo funcionamos.
En la vida encontraremos distintos tipos de egos. Está el que se enoja desmedidamente y que pierde el control, está el que envidia, el que odia, está el ego orgulloso, el falto de humildad, el ego que no puede verse a sí mismo y que por lo tanto no puede generar cambios en su interior ni en su opinión hacia los otros… está el ego malvado, el ego triste que no para de sufrir, el ego que se siente lastimado por las injusticias a las cuales se ve expuesto etc. etc. etc. El ego es eso que somos o que creemos que somos. Un mar de pensamientos, sentimientos y sensaciones que construyen nuestro ser… El ego depende del tipo de carácter, del entorno en el que hemos crecido, de lo que hemos absorbido y procesado y también de rasgos que adquirimos genéticamente.
Apropósito de esto encontré esta definición (entre muchas otras):
El ego (del latín: “yo”).
Podemos decir que el ego es la persona que crees ser, no necesariamente la que eres o la que puedes llegar a ser. El ego es un personaje que has ido construyendo. El ego es fruto de tu sistema de creencias, pautas, hábitos que has ido tejiendo en base a tus aprendizajes y experiencias desde que naciste y con el que te identificas.
Sé que el tema del ego es muy amplio y complejo y que hay muchas definiciones, dependiendo de la rama desde donde se lo estudie.
No podría decir exactamente cómo se conformó lo que hoy día conocemos como ego. Son los constructores ¿Nuestra familia? ¿La cultura? ¿La moral religiosa y sus represiones? ¿La historia de la humanidad? ¿La supervivencia? Todo parece indicar que en principio fue un modo de defensa del hombre dada por distintas circunstancias y luego, a lo largo del tiempo y la historia el sistema de defensa se fue complejizando…
Pero ahora no nos interesa tanto involucrarnos en tales vericuetos porque más que buscar el surgimiento o el desarrollo del ego nos interesa identificarlo, conocerlo a fin de enfrentarnos con él. Lo que tendremos en cuenta es que el hombre es un ser en continuo desarrollo y que tiene la capacidad de transformarse, de recrearse, de cambiar de estados…
Entonces… ¿Podremos trasformar ese ego? ¿Será que el sólo hecho de ser conscientes de la forma en que actúa nuestro ego y de poner todo nuestro esfuerzo para modificarlo podrá controlarlo? Pareciera que ciertos impulsos fueran irrefrenables…Sin embargo, el hecho de que el hombre tenga la capacidad de aprender y de superarse deberá ser el disparador motivacional para intentar lograr nuestros objetivos o al menos iniciar el camino hacia otro estado evolutivo del ser. Quedarnos con los brazos cruzados y resignarnos no solucionará nada, así que creo que ponernos a trabajar será lo mejor que podemos hacer.
Es indudable que somos prisioneros de nuestras reacciones, de nuestros enojos, conflictos y tristezas. Caemos en la telaraña de nuestras emociones, entramos en crisis, no hundimos en profundas depresiones que luego repercuten en malestares físicos. Los pensamientos negativos pueden ser una verdadera tortura. Llegamos a mantener largas conversaciones con nosotros mismos pensando en la injusticia a la cual fuimos sometidos, trayendo al presente una y otra vez las mismas sensaciones que lo acompañaron. Cada pensamiento negativo viene acompañado de su respectivo sentimiento. Un tiempo precioso se pierde transitando por estos laberintos de la mente.
Obviamente el ego y la desarmonía interna que ejerce sobre nosotros ya es parte de la estructura de nuestro ser pero tal vez poco a poco podamos negociar con nuestro interior y apaciguarlo para que encuentre la calma, la armonía necesarias y así empezar ladrillo a ladrillo a reconstruirnos. Para esto es imprescindible hacer una ardua introspección y enfrentarnos con eso que somos…
Bueno será poner en práctica algunos de estos consejos para que nuestro ego no nos domine:
- Dejemos el ego de lado y pongámonos frente al espejo, miremos quiénes somos con absoluta sinceridad. Veamos lo positivo y lo negativo. Y esforcémonos por trabajar sobre lo negativo. Sin detenernos en la culpa y sin engancharnos a la tristeza. No sirve.
-No dejemos que las opiniones del otro nos invadan y afecten. Las palabras no tienen efecto ni poder si nosotros no se los damos. Comprendamos que el otro puede tener una idea equivocada de nosotros, según su interpretación de la realidad. No nos “amarremos” a los pensamientos del otro. Soltar esa cuerda es lo mejor que podemos hacer para no vernos afectados.
-Nuestra mente siempre nos dirá que tenemos razón, siempre buscará excusas para su autodefensa…Sepamos que es el ego controlándonos. A veces nos enojamos, nos resentimos y no tenemos razón, y lo sabemos sin embargo dejamos fluir nuestros sentimientos negativos, sólo porque nuestro ego está herido. Hay que frenar este mecanismo que nos daña y daña al otro.
-Si el otro tiene razón reconozcámoslo, sin orgullos heridos.
-Si no la tiene y no hay nada que hacer, déjalo…no incorpores a tu mente el sinsabor de no haber sido comprendido. Que quede fuera de tí.
-Cuando decimos lo que pensamos o intentamos que el otro reflexione no esperemos cambios en el otro porque puede que nuestras palabras no sirvan en absoluto. No sintamos decepción.
-Cuidémonos. No nos pongamos en “medio del camino”. Quedémonos a un costado, observemos, para no convertirnos en presas fáciles de cazar. Seamos precavidos, no hablemos demás con personas que no nos comprenden. Busquemos el momento oportuno para hablar y para actuar.
-Entendamos que no enojarnos no significa no hacer nada, sino que significa actuar sin enojo para no salir lastimados, porque el enojo es una daga que se nos vuelve en contra.
-Busquemos la calma: practicando meditación o cualquier actividad que nos guste y nos relaje.
-Intentemos ser flexibles y objetivos, salgamos de nosotros mismos y analicemos las situaciones desde distintos ángulos.
Si logramos dominar nuestra “importancia personal” tomaremos las riendas de nuestra vida y lograremos mayor felicidad, bienestar y salud mental.
Recordemos que el primer lugar en que habita nuestro ser es nuestro interior. Allí anida, ese es su hogar. Por eso es allí donde debemos buscar la claridad, el orden y la armonía.

Publicado en Periódico Cultural Hilando Recuerdos http://hilandorecuerdos.blogspot.com/)

miércoles, 12 de octubre de 2011

¿A ver cuántos clichés tenés?

El murmullo de la inconsciencia retumba en el aire. A veces es como una brisa leve, a veces como un  viento fuerte o como un escandaloso huracán. Si aprendemos a escuchar lo oiremos. El molino de viento es el hombre y el viento su voz. Sopla palabras para los cuatro costados.  Parlotea y parlotea como loro pero en verdad no sabe lo que dice o no dice nada. Porque saber lo que decimos significa también conocernos…

 El lugar común de casi todas las problemáticas que nos rodean surge en  la mente del hombre extendiéndose como tentáculos hacia nuestro alrededor. Digamos que si de cada extremo hacemos el recorrido inverso  llegaremos a la cabeza del lindo bichito. La cabeza que todo lo gesta, el gran ideario y también el gran derrotero de  la idiotez. Es decir que si queremos comenzar a recorrer otro camino para ver que hay  siempre tendremos que volver al centro.
Entonces sabiendo desde donde arrancamos los invitaré a recorrer otro caminito llamado el camino de los clichés.
 Cansada de escuchar palabras y frases sin sentido decidí  hablar de ello. Paré las orejas, afiné el oído un poco más, como siempre que queremos aprender algo, le saqué punta al lápiz y tomé notas en mi cuaderno de reflexiones. ..
La realidad me ofreció  tantos ejemplos para verificar mis sospechas acerca  del parafraseo  del hombre que la libreta de anotaciones me quedó chica.
La lista de ejemplos  fue larga pero la conclusión fue muy corta: el hombre está lleno de clichés. ¿Pero qué son los clichés? Veamos…
Cliché: idea o expresión demasiado repetida o formularia.
Y entonces busqué la palabra formularia…
Formulario, ria. adj. Perteneciente o relativo a las fórmulas o al formulismo. || 2. Dicho de una cosa: Que se hace por fórmula, cubriendo las apariencias.
Formula: Medio práctico propuesto para resolver un asunto controvertido o ejecutar algo difícil. || 2. Manera fija de redactar algo.
Y formulismo también…
Formulismo. m. Excesivo apego a las fórmulas en la resolución y ejecución de cualquier asunto || 2. Tendencia a preferir la apariencia de las cosas a su esencia.
¿Hacia dónde nos llevan las palabras? Pues nos llevan por caminos sorprendentes. En esta búsqueda descubrí  varias cosas. Me encontré con expresiones  tales como  “expresión demasiado  repetida”  “Apego excesivo a las fórmulas” o   “Tendencia a preferir la apariencia de las cosas”.
¿Pero por qué comenzamos hablando de un cliché como algo repetido y terminamos hablando de superficialidad o del alejamiento de la esencia de las cosas? Obviamente aquí existe una relación la cual inmediatamente me puse a analizar.
En primer lugar surgieron en mí muchas preguntas con respecto a los clichés que creo también  los llevarán a ustedes a encontrar respuestas interesantes si se las plantean a modo de ejercicio.
¿Repetimos las  cosas porque estamos de acuerdo con ciertas expresiones? ¿Estamos de acuerdo con ellas porque jamás nos pusimos a pensar en sus significados? ¿Repetimos cosas  porque así las aprendimos o porque las hemos reflexionado? ¿Sabemos lo que estamos diciendo? ¿Nuestras frases son como fórmulas o recetas que usamos a la hora de resolver asuntos o dar opiniones sobre un tema? ¿Estas fórmulas que repetimos bloquean la posibilidad de decir algo más profundo y verdadero? ¿Bloquean una posible búsqueda interna? ¿Nos alejamos de la verdad o de la esencia? ¿Es decir que nos quedamos en la superficie de las cosas o los asuntos? ¿Con nuestras frases  repetidas  e inconscientes decimos verdades? ¿O creemos que lo estamos haciendo? ¿Nuestras opiniones son superficiales o intentan nadar hacia la profundidad del ser? ¿Somos buscadores o nos atenemos a fórmulas preestablecidas?
Digamos que un cliché es una forma de decir y por tanto de pensar y en consecuencia de hacer  las cosas, que recurre a frases o a pensamientos hechos o a modos ya establecidos.  Esto quiere decir que las personas en realidad (sin saberlo siquiera) no siguen sus propios comandos sino que siguen comandos externos.  Comandos que, claro, las personas creen propios. Esos comandos, creencias, ideas o frases pasan a formar parte de su mundo interior, delineando  formas de pensar  superficiales y carentes de individualidad.
Para mi asombro una simple definición de diccionario reveló más sabiduría de la esperada y me llevó palabra tras palabra a unir todos los significados encontrados y a entender qué  quería decir “Tendencia a preferir la apariencia de las cosas a su esencia” y  a comprender  la relación con la palabra que originó todo este tema: el cliché. Lo que no quedó muy claro es si tenemos tendencia o preferencia a buscar la apariencia de las cosas conscientemente o si directamente no sabemos lo que estamos haciendo.Yo creo que no sabemos y que mientras permanezcamos dormidos no vamos a ver nada de nada y todo lo que hagamos va a ser superficial porque los actos de un hombre inconsciente sólo son actos ciegos.
Si usamos las palabras o tomamos comportamientos ya establecidos  como si fueran formulas que nos dan las pautas de cómo pensar y cómo vivir nos detenemos en un lugar en el que ya no es necesario buscar. Cuando ya tenemos resueltas las cosas (o creemos tenerlas) no hay deseos ni interés en  buscar nuevos caminos. Es más, no hay consciencia de que puede haber nuevos caminos, porque para una mente que sigue un mapa ya  trazado no existe nada más de lo que ella cree que existe. Y esta creencia es una de las más peligrosas porque convierte al hombre en un ser totalmente manipulable e incapaz de generar pensamientos propios y por tanto incapaz de descubrir otras alternativas que lo lleven por un camino de crecimiento personal.
Hemos aprendido a repetir y a tomar  muchas cosas por ciertas y estas cosas que creemos verdades forman nuestro ser. Las palabras nos hacen a nosotros, estructuran nuestra forma de pensar y de ser.  Es por esto que nuestro ser se queda en la superficie, porque está hecho de pensamientos carentes de profundidad. No podemos decir cosas verdaderas sin autoconocimiento y si nuestros ojos siempre están posados en el afuera, un afuera que por cierto tampoco es visto en profundidad.
Cada frase que he escuchado no hace más que confirmar que nada sabemos de nosotros y por tanto nada sabemos de lo que decimos. Si tomamos frases hechas como ciertas no estamos diciendo verdades sino que estamos repitiendo aparentes verdades. Cada frase que es dicha y  no es pensada sólo puede provenir de alguien mecanizado y programado.
Para encontrar la verdad hay que hundirse en las profundidades del ser tal cual fuésemos pescadores de conocimiento. La sabiduría se encuentra en principio buscándola y el camino es hacia adentro. Cuando nuestros pensamientos despiertan y danzan en nuestra cabeza con total libertad, cuando hay reflexión, aceptación, apertura y  unidad y  coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos  y lo que hacemos. Cuando cambiemos clichés,  fórmulas y  formularios  por las palabras formar y trasformar desde la consciencia absoluta y no desde una receta acerca de cómo debemos ser o qué debemos hacer encontraremos el camino que nos conducirá hacia nosotros mismos y nuestra verdad.
Si se lo proponen encontrarán que muchas de las cosas que decimos sólo son convencionalismos que repetimos sin siquiera haber pensado en su significado. La conclusión  es que si no generamos una búsqueda interna,  fácilmente caeremos en estos convencionalismos una y otra vez y creeremos que nosotros somos eso que decimos y eso que pensamos de nosotros. Pero si buscamos descubriremos justamente lo contrario, es decir que somos más, que podemos fluir libremente y no atarnos a frases hechas ni a comportamientos ni a creencias estipuladas.
Hasta la próxima, amigos. Y buena suerte en esta búsqueda.

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viernes, 5 de agosto de 2011

La gran red: un teje y maneje

Cada ser humano es una singularidad que compone una gran red social. Más allá de que cada persona es única se encuentra interconectada con esta gran red. La diversidad en una cultura compone un solo tejido que nos envuelve y nos hace parecidos,  nos trasforma en una gran masa homogénea con características similares.  Si intentamos descubrir quiénes somos dentro de esta gran masa encontraremos que tenemos una recopilación de datos que hemos adquirido a lo largo de  nuestra vida y que no sólo el hombre tejió esta red sino que ella continuamente lo teje y lo transforma a él.

Juan Pérez es abogado,  soltero, tiene  38 años y  nació en Argentina en el seno de una familia cristiana. Estos datos ya nos cuentan algo  de Juan Pérez. ¿Por qué? Porque ser argentino significa tener una idiosincrasia determinada, cuyos rasgos distintivos lo asemejan de algún modo a otros argentinos, en costumbres y pensamientos e incluso en ciertos sentimientos. Lo mismo que  ser cristiano define la base de creencias, el sentido de la vida que estructura el pensamiento, los sentimientos y el comportamiento. Determinadas elecciones nos hablan un poco de Juan Pérez, determinados gustos y determinados rasgos de carácter nos describen un poco su personalidad. Rasgos físicos tanto como psicológicos hacen de Juan Pérez  un ser único. Su mapa de vida fue trazado por acontecimientos históricos, sociales, culturales, familiares, por personas cercanas, conocidas e incluso desconocidas,  por experiencias ajenas que de alguna forma lo afectaron pero sobre todo por las  propias y claro por las decisiones que tomó a lo largo de su vida. Este conjunto de hechos, de rasgos y de particularidades determinan y conforman la identidad de Juan Pérez. Nadie puede decir que Juan Pérez carece de una identidad  porque él es alguien único, porque tiene una historia determinada, rasgos de personalidad determinada, un nombre, un documento, una dirección.   Es innegable que nuestra mente posee una psicología única y distintiva, sin embargo también es innegable  que hay hechos que nos hacen parecidos, que nos engloban otorgándonos características similares.
Utilicemos una metáfora para ilustrar con más claridad este tema: imaginemos que nosotros como individuos estamos en el centro de una cebolla recubiertos de varias capas. Primero nos envuelve el seno familiar, el lugar donde vivimos y nuestro entorno cercano. A partir de allí y a lo largo de nuestra crianza y educación las capas se tocan y se relacionan unas con otras sin que haya límites bien definidos que las dividan unas de otras. Porque a medida que crecemos absorbemos cosas de nuestra familia así como de todo lo demás, es decir de los amigos, de la escuela, de la  religión, de la historia y de las costumbres del lugar. Estas distintas capas que a su vez están interconectadas nos trasmiten costumbres, comportamientos, pensamientos, creencias, formas de hablar. Pero más allá de nuestro entorno cercano  está la realidad de un país con su realidad sociopolítica, cultural y religiosa que determinan también nuestro pensamiento y comportamiento. No podemos dejar fuera de este análisis al consumismo, a los medios de comunicación y a las redes sociales, los cuales tienen grandes influencias  en la psicología y por consiguiente en el comportamiento,  las decisiones y gustos de las personas.
En el medio de todo eso estamos nosotros, absorbiendo ese complejo mundo de afuera. Es decir que somos singulares y a su vez  poseemos una pluralidad  de características en donde nuestras creencias y pensamientos se entremezclan y se comparten. Somos uno pero afectados y definidos por un todo preestablecido.
El entorno (una verdadera fábrica de seres humanos en serie) nos envuelve y nos da forma tal cual  fuésemos vasijas de barro. Un entorno que, bien sabemos, varía según el lugar en el que nos toque vivir.
Imaginemos que en la “ruleta de la vida” te hubiese tocado  otro número. ¿Qué sucedería?  Sin dudas, serías otro, muy diferente al que sos. Tu mente sería otra, tus pensamientos, tus costumbres.
Supongamos que en el sorteo a Juan Pérez le hubiese tocado otro número y que ese número lo hubiese destinado a ser mujer y a vivir en la India. Esta mujer, lejos de ser cristiana practicaría el hinduismo, adoraría a varios dioses (¡una locura para un cristiano!), creería en el karma y en  la reencarnación, tendría rituales y creencias totalmente diferentes (ridículos tal vez desde la óptica de Juan Pérez). Sus padres arreglarían su matrimonio sin importar si está enamorada o no, se casaría con un hombre de costumbres patriarcales y quedaría relegada a él y a sus decisiones, a su casa y a su familia, aceptando esto como un hecho natural de la vida. Con peor suerte abría ido a parar a la casta más baja de la India y sería denominada una “dalit” (nombre con que se denomina a estas personas) por lo que su posición en la sociedad no sería la más favorable  ya que los “dalit” son considerados menos que el polvo que pisan los zapatos de los otros indios sufriendo por esto  una gran discriminación social. Nada de natural tiene esto, ni de justo ni de coherente pero ¿quién se lo va a discutir a un indio? Sus mentes y por tanto sus comportamientos están fuertemente  influenciados por el entorno en el que nacieron y todo lo que mamaron de él es natural para ellos.
Pero no juzguemos a los indios porque no es necesario irnos tan lejos ni a ejemplos tan extremistas. Bien podemos mirarnos a nosotros mismos para darnos cuenta que en la vida diaria hacemos, decimos y creemos en cosas que hemos absorbido por ósmosis.
Podríamos dar la vuelta al mundo posicionándonos en distintos personajes y en distintas culturas y ver que de acuerdo al lugar de pertenencia nuestro ser iría mutando de acuerdo a la idiosincrasia del lugar. Esto debería hacernos pensar y comprender que tal vez aquello de lo que estés convencido, aquello que creas una verdad absoluta no sea más que un hecho fortuito dado por las circunstancias, las personas o el entorno en el que te tocó vivir.
Una parte de nosotros cree fervientemente en la libre elección del ser pero obviamente la realidad nos pone en el centro de la “cebolla” e irremediablemente nos vemos afectados por todas las capas exteriores a nosotros. Esto pone en duda nuestra libertad de elegir quiénes queremos ser.
 Claro que algo somos pero lamentablemente eso que somos  no es más que una invención social, determinada por diferentes circunstancias y atado a ellas. A modo aclaratorio, y aunque sea obvio lo que voy a decir (para aquellos que siempre tergiversan mis palabras), digamos que está bien, que es necesario y es natural que nos eduquen y que nos ayuden a crecer. El inconveniente radica en el contenido de lo que se nos da desde afuera.  Porque si ese “afuera” es una creación deficiente y falsa del hombre nosotros lo somos también. Poseemos una identidad llena de descripciones pero que no es real porque su base tampoco lo es. Nuestra psicología única y distintiva, la cual indudablemente tiene existencia, no es más que una fachada detrás de la cual aún no hay nada verdadero porque aún no fue construido.
Ser debería significar más que una identidad, debería significar consciencia absoluta de la realidad y un comportamiento acorde a esa consciencia y de eso estamos muy lejos.
Creo que somos algo que aún no sabemos, algo que debemos descubrir, algo que se puede gestar y que puede nacer. Algo completamente nuevo.
No hay duda que en un principio no hay elección porque no hay modo de escapar a las influencias del entorno. La elección surge después cuando logramos darnos cuenta de la verdad de los hechos. Es ahí cuando debemos luchar por construir ese verdadero ser, un ser que dejará de ser pensado por los otros para comenzar a pensarse a sí mismo.

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jueves, 9 de junio de 2011

No se puede perder lo que nunca tuvimos

Para “ver”  hay que elevarse y salirse de uno mismo, de lo que somos. Como si nos sacáramos una muda de ropa vieja y la dejáramos atrás. La única forma de  llenarnos de nuevos conocimientos es  vaciándonos primero.  Tal vez esa etapa intermedia en donde intentamos vaciarnos sea la más complicada porque nos deja con una sensación de vacío y sin sentido. Pero pronto atravesaremos la  maleza  y saldremos a un claro de luz, donde riéndonos miraremos atrás y veremos lo que fuimos.

Hace poco se expusieron en el blog  (que se cita al final de esta columna) ciertos planteos y cuestiones que tienen que ver con el  vacío o con la nada. Este tema, que  surgió de forma espontánea, generado seguramente por algunos de los tantos temas que hemos venido tocando aquí, generó confusión pero sobre todo miedo. El miedo al vacío.
Yo nunca hablé de quedarnos parados en el vacío, muy al contrario, hablé de ponernos en acción  para ir en pos del  conocimiento y de la sabiduría.  Sin embargo una mala interpretación, la incomprensión o la  ignorancia pueden llevar a las personas a entender algo muy contrario a lo que quiero trasmitir.  Cierto es también que no todos ven las cosas de la misma manera. Para ejemplificar esto tomaré parte de dos mensajes  contrapuestos para que ustedes vean como todo cambia según los lentes con que lo miremos.
Mensaje 1: “…¿La nada? ¿Estás hablando de no creer en nada, absolutamente en nada, ni siquiera en uno mismo, ni en los padres, ni en los hijos, ni en la amistad? ¿A eso te referís? Es muy difícil llevar una vida así…”.
Haydeé
Mensaje 2:“…¿Qué es eso de tenerle miedo a la nada si la nada existió siempre? ¿Es que acaso, leyéndote, no se dan cuenta que la nada estuvo llena de mentiras y por eso tenía contenido…?”.
Andrea, Sofía, Laura, Lorena, Fiama, Rocío y Ana
El primer mensaje denota una confusión absoluta y una muy mala interpretación acerca de lo que se ha venido escribiendo hasta aquí. Es  una opinión que obviamente no ha sido pensada y que ha sido expuesta en el blog impulsada por el miedo y por la ignorancia.
Pero analicémoslo. Este mensaje  nos habla de la creencia errónea de que hay  que cortar todo tipo de lazos con el mundo y con las personas y de que hay que detener nuestro desarrollo interior porque no podemos creer ni siquiera en nosotros mismos (no olvidemos que primero debemos creer en nosotros mismos). Pero más allá de que todas esas palabras  se desconectan con lo que acá se pretende y concluyen en  cosas equivocadas podemos leer que detrás de esta opinión  está el miedo a encontrarnos suspendidos en la nada y en el sinsentido. Ese miedo es muy frecuente y este tipo de lecturas, apuntadas a una reflexión profunda y que pretende desnudar la realidad y generar cambios internos rotundos, provocan disturbios dentro de ciertas personas porque irremediablemente mueven los cimientos sobre el cual están paradas. Y cuando el suelo se mueve sentimos que el mundo conocido corre el riego de caerse.
El segundo mensaje describe a personas que para mi grata sorpresa se encuentran en un nivel de consciencia avanzado,  porque ellas mismas llegan a una conclusión maravillosa e inteligente que dice “¿…no se dan cuenta que la nada estuvo llena de mentiras y por eso tenía contenido…?”
Por un lado vemos cómo una mente que no posee apertura, que no piensa ni reflexiona en lo que lee se enreda y concluye cosas equivocadas y como otras mentes, a partir de una lectura a consciencia, tal vez con ciertas inquietudes o cuestionamientos  propios, previos a la edición de estas reflexiones (que también puede suceder), hacen un replanteamiento existencial, desprogramándose y autogenerando un gran crecimiento interior que las lleva inclusive a generar sus propias conclusiones.
Sé que es muy difícil escapar y superar los miedos pero en este caso el desarrollo de nuestra mente y de nuestra reflexión lo hará paso a paso, siempre y cuando comprenda la situación de antemano. Cuando la mente comprende, los miedos desaparecen porque nos damos cuenta que estaban fundados sobre una irrealidad. Es decir, si yo entiendo que lo que pienso es sólo una interpretación de mi mente, dada por distintas circunstancias (como ya hemos hablado), entiendo también que no estoy viendo la realidad sino lo que mi mente piensa acerca de ella.  Cuando el miedo aparece es porque dentro nuestro aún existe una lucha de pensamientos y por cierto una gran confusión. Pero esta lucha interna sucede porque aún no hemos comprendido profundamente. Lo que tenemos que entender es que el hombre llena sus vacíos y sus necesidades creando e inventando sentidos.  ¿Acaso nuestro deseo o necesidad alcanza para creer en cualquier cosa? Por lo visto sí. Lo malo de esto es que esta necesidad nos aleja de nuestro sentido común, de nuestra inteligencia, nos desconecta con nuestra realidad haciéndonos ver otra y bloquea el desarrollo de nuestro ser.  
El miedo, la sensación de vacío o de pérdida de sentido surge  cuando creemos que nuestra visión del mundo es atacada y corre el riego de desvanecerse dejándonos parados a mitad de la nada. No queremos escuchar la verdad, entonces vamos a negarla a como dé lugar porque nadie quiere perder su aparente seguridad. Sentir  tambalear  la estructura sobre la cual nuestra vida reposa tranquila y sin sobresaltos nos da miedo, nos desagrada, nos molesta. En primer lugar porque ya tenemos el disco puesto de que las cosas son como son y no pueden ser de otra manera y en segundo lugar porque somos “bichos de costumbres” y por lo tanto estamos habituados a dejarnos llevar por esas costumbres sin pensar demasiado. Tenemos miedo a perder nuestra construcción del mundo.  Lo que no vemos es que no existe tal pérdida, porque dicha construcción es mental.  Pero para comprender que sólo es un ilusión de pérdida primero debemos darnos cuenta que esa estructura sobre la que aparentemente estamos parados nunca fue real. Así es que en definitiva perdemos algo que nunca tuvimos. Conclusión: no perdemos nada.  En todo caso lo único que perdemos son fantasías.
El hecho  de estar vivo puede llenarse con muchas cosas y apuntar a la vida misma, tanto al desarrollo de nuestra mente, de nuestra personalidad y de nuestro comportamiento, de nuestra sensibilidad, de nuestras metas o sueños tanto como al progreso y bienestar social.   Debemos superar nuestros miedos y afrontar nuestra realidad dejando de dibujar lo que queremos ver para ver lo que es.  Somos nosotros los que generamos, los que construimos y somos nosotros mismos los que podemos cambiar la realidad. Al menos una gran parte de ella. Por eso la luz debe surgir de nosotros mismos, de nuestro potencial dormido pero para ello debemos abrir los ojos y enfrentar la realidad, porque ella nos pide a gritos  que le prestemos atención. Pero si ni siquiera la vemos… ¿cómo haremos para cambiarla?
Si abandonamos la mentira encontraremos la verdad y llenaremos de un nuevo sentido nuestra existencia. Comprenderemos que antes estábamos vacíos y entenderemos que somos los portadores de un nuevo sueño: el de un hombre nuevo y de una nueva realidad.

(Publicado en Periódico Cultural Hilando Recuerdos http://hilandorecuerdos.blogspot.com/)

jueves, 5 de mayo de 2011

El mundo del revés

En el mundo del revés, aquel que quiera pensar tendrá que luchar contra las aguas de la inconsciencia. Un torrente  feroz y despiadado que arrasa con todo lo bueno que podría venir. La vida que podría ser, sólo parece un sueño lejano que soñamos aquellos que buscamos la verdad. La más noble de las búsquedas, la que a través de la  apertura, la reflexión y la inteligencia traerá la coherencia, la  paz, la armonía y la justicia necesarias. Lástima que las aguas tempestuosas lo inunden todo y haga que las mentes se corroan de oxido hasta quedar entumecidas.

En el mundo del revés las cosas están patas para arriba. Muchas  personas se jactan de ser “normales”  y cuerdas creyendo o diciendo que su comportamiento es el apropiado porque se adecúa a las normas y costumbres, mientras sus miradas prejuiciosas y vacías de sentido común miran sin  mirar y por tanto sin comprender a aquellos que  tildan de “anormales”, raros,  locos e inapropiados. Los  “normales” creen tener los pies en la tierra, cuando en realidad no viven más que en su propia proyección mental y creen que por ser mayoría poseen la verdad; y los que tienen los pies en la tierra son acusados de vivir en las nubes o fuera de la realidad.
Me gusta esta frase: “no por ser mayoría poseen la razón o viven en la verdad”.
Todo está al revés, los conceptos están equivocados. En este mundo de locos la mentira pasa por verdad y la verdad no quiere ser vista.  Quien logre ver la realidad y acreciente su consciencia verá como los autoproclamados “normales” poco a poco se transforman en lo que verdaderamente siempre fueron: raros.  Porque, realmente,  raro e increíble es vivir atado a conceptos mentales y costumbres viejas que fueron instalados en nuestras vidas sin elección; extraño y sorprendente es que lo obvio no sea visto y que el hombre prefiera creer en cualquier cosa menos en la verdad. Anormal es seguir patrones de conducta ya establecidos sin cuestionarlos, terrible es vivir engañado y de locos es darle crédito, defender y querer perpetuar  una realidad  que hace agua por todos lados. De necios, sordos y ciegos es no querer entenderlo.
En el número anterior hablé del significado de consciencia y de inconsciencia y de cómo los condicionamientos limitan nuestro ser. Ahora sabemos que ser consciente es conocer y comprender en profundidad nuestra situación en el mundo.  Ser conscientes inequívocamente nos conduce por el camino hacia la verdad. Deberemos comprender también que hay muchos grados de consciencia así como también deberemos comprender lo que significa condicionar y las limitaciones que esto nos trae como personas. De todo esto venimos hablando, aquí en este espacio de reflexión, pero antes de seguir con el texto, me gustaría dar un pequeño (y repetido) pero importante consejo: para comprender debemos saber leer y solo hay una manera de hacerlo y es a consciencia, pensando y reflexionando, de lo contrario el lector no logrará entender en profundidad mis palabras.  Será necesario abrir la mente y olvidar lo que sabemos, dejando que los pensamientos fluyan dentro nuestro con total libertad  para lograr mover nuestros propios cimientos y así provocar los cambios necesarios en nuestro ser.
Cuando el conocimiento penetra en nosotros lo asimilamos y nuestro ser se adecúa a una nueva visión de la realidad. Sucede nada más. Vienen los cambios. Y si somos coherentes los aceptamos porque en este aprendizaje, entendemos que se vive de acuerdo a como se piensa. El sentido común nos pondrá de cara a la verdad y nos hará repudiar todo aquello que no se adecúe a ella. Si entendí verdaderamente qué significa ser consciente voy a vivir de esa forma. No es difícil, no es extraño ni rebuscado, lo que sucede es que en un mundo tan rebuscado y complicado mi meta parece o se vuelve compleja. Si  las personas que leen estos artículos prestan atención y se comprometen con mis palabras y con el cambio que ellas conllevan se darán cuenta que el mundo está al revés y que se vive en una farsa total. Y aquellos que queremos desenmascararla somos señalados como los extraños, los locos. Aquellos que simplemente queremos y ansiamos la verdad y la verdadera evolución del ser somos para el común de la gente los que viven lejos de la realidad o fuera de ella y a primera vista parece que pretendemos complicar las cosas cuando en realidad lo que queremos es simplificarlas, desenredarlas y clarificarlas. Los buscadores de la verdad, los queremos crecer vivimos en la realidad y con los pies puestos en la tierra. Los demás viven errantes, caminando por mundos inventados. Son sus pies los que no pisan la tierra y son sus ojos los que no ven la realidad. Sus mentes cantan siempre la misma canción, son como un disco rayado y hacen que sus actos sean los actos de un ser inconsciente y no se dan cuenta que sus movimientos, aquellos que ellos creen absolutamente propios, no lo son, pues no son más que movimientos marcados por el compás de la música que todos bailan.
 ¡Qué locura! El mundo está al revés. ¿Cuándo vamos a modificar nuestra conducta y nuestra visión de la realidad? ¿Cuándo vamos a lograr verla? Hay muchas cosas que entender y que aprender pero lo primero es entender lo que diferencia a un hombre dormido de uno despierto o a la conciencia de la inconsciencia. ¿Me pregunto por qué es tan difícil ver? Me lo pregunto mil veces y sin embargo conozco la repuesta. El tiempo y la historia, en definitiva los mismos hombres, han hecho el trabajo. Bueno, porque resiste en  el tiempo y malo, justamente por eso. Un trabajo que puede ser visto como ingenioso y perverso, a la vez que estúpido.  Ingenioso desde el punto de vista de quién crea algo y logra que ello se perpetúe en el tiempo, a pesar de que ese algo posea deficiencias en su estructura argumental, incongruencias,  incoherencias, delirios, perversión, injusticias etc. etc. etc. Difícil de comprender es por qué asimilamos tantos disparates  sólo porque sí,  hechos que ni siquiera tienen lógica ni se pueden comprobar. No sé si los que fabulan son muy vivos e ingeniosos o  si nosotros somos muy tontos e ingenuos. La cuestión es que no hay deseo que alcance ni necesidad suficiente para tomarse en serio ciertas cosas. Nuestra necesidad interior no puede ser la excusa para provocar en nosotros semejante ceguera masiva. No hay mayor perversidad que el engaño se trasforme en verdad, que prospere, se instale y obnubile las mentes de las personas.    
 De estos cuentos hay muchos en la historia y también en nuestro presente, demasiados. Existen y existieron locos y delirantes, fabuladores y manipuladores que tal vez en posiciones de poder o con inteligencia y maldad  usaron su lugar o ciertas ventajas para crear ilusiones en las personas, quienes tontamente cayeron en sus redes solo porque necesitaron y necesitan creer en algo.  Luego, el tiempo trascurre, todo se tergiversa, cambia, se deforma, se convierte en hábito, se escurre en las profundidades del ser dejando huellas casi imposibles de borrar. Ese es el hombre. Un ser que cree y que sigue esas viejas huellas internas sin importarle o sin saber siquiera su procedencia.
Pero hay una luz de esperanza, una luz que no proviene de dioses falsos, de religiones deficientes y que no juega con las mentes de las personas, una luz  que proviene desde un rincón de nosotros. Una  luz que se cuela por debajo de una puerta olvidada.  Una puerta que todos, absolutamente todos tenemos dentro y que me llevó a redescubrir la realidad y a verla de otra manera. Y que te puede llevar a vos también a otra realidad si te animás a pasar.

 (Publicado en Periódico Cultural Hilando Recuerdos http://hilandorecuerdos.blogspot.com/)

domingo, 10 de abril de 2011

La consciencia: un bien necesario

              La inconsciencia nos adormece en un sueño profundo sumergiéndonos en mundos que no son reales, mientras la consciencia nos despierta a la verdadera realidad y nos hace libres.

Mi intención hoy es aunar todos los conceptos vertidos hasta aquí en una teoría filosófica para que el lector pueda entender la idea esencial que une a cada una de las reflexiones que he venido realizando a lo largo de los artículos publicados hasta la actualidad. Detrás de todo esto hay algo substancial de lo cual debemos percatarnos a fin de seguir creciendo: El estado de nuestra mente y de nuestra consciencia. Comprender y aceptar este estado nos ayudará a superarlo.
¿Pero cuál es el estado de nuestra mente? Más allá de que cada uno de nosotros se encuentra en niveles mentales diferentes, hay un estado mental que envuelve a toda la humanidad (o casi toda) y que es el estado de inconsciencia.  Pero antes que esta palabra nos haga enojar y de que nuestra mente comience a buscar motivos, escusas o argumentos  acerca de por qué nosotros no entraríamos en este gran grupo de inconscientes deberemos comprender qué significan los términos consciencia e inconsciencia.
Según definiciones del diccionario:
Consciente: Que siente, piensa, quiere y obra con conocimiento de lo que hace. // Con pleno uso de los sentidos y facultades.
Consciencia: Conocimiento inmediato que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones. // Capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento.
Inconsciente: Que no se da cuenta del alcance de sus actos. // Que está privado de sentido.
Inconsciencia: Situación de quien es o está inconsciente. // Dicho o hecho irreflexivos, imprudentes.
Claramente vivir de forma consciente significa “un darse cuenta”; requiere atención, inteligencia,  reflexión  pero fundamentalmente conocimiento (Conocimiento: acción y efecto de conocer. // Entendimiento, inteligencia, razón natural de conocer: Averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas).
La definiciones de consciencia y de conocimiento no hacen más que reafirmar todo lo que he venido diciendo hasta ahora y que en definitiva es vivir en pleno uso de nuestras facultades intelectuales a fin de conocernos interiormente y de conocer y comprender el entorno que nos rodea.
Conocer parece ser unos de los requisitos fundamentales para estar dentro del grupo de los seres conscientes. Pero para que la mente conozca debe estar abierta y dispuesta a ello (como ya he dicho en el capítulo anterior). Este conocimiento no tiene que ver tanto con la información que introducimos en nuestra mente (si bien es importante) sino más bien con lo que hacemos con ella. Llenarnos de información y de datos (como si fuéramos computadoras) y no hacer una elaboración interna dirigida a la reflexión, al  análisis y a una modificación de la mente y del comportamiento  no nos servirá de nada.  Conocer para lograr despertar a nuestra consciencia es un proceso muy distinto al de llenarnos de información.                    
Entonces, hacer una elaboración interna es fundamental para que logremos una toma de consciencia real.  ¿Por qué digo real? Porque  muchas personas se creen conscientes cuando en realidad no lo son o tal vez lo son en forma parcial o en forma limitada. Creo que es aquí donde se puede llegar a crear confusión y donde el ego puede salir lastimado. Aclaremos el panorama: Ser seguros, responsables, inteligentes o cultos no siempre quiere decir que seamos conscientes (en todo el sentido de la palabra) así como también el ser inconscientes no siempre significa ser malas personas o andar por la vida sin tener noción, coherencia o responsabilidad en nada de lo que hacemos. Existen todo tipo de personas, malas, buenas, cultas e incultas, responsables e irresponsables, con mayor o menor consciencia de sus actos pero con una falta de consciencia total o verdadera. Es decir existe más o menos consciencia pero no existe una consciencia totalmente desarrollada. La consciencia total y real no ocurre porque cuando nuestros ojos ven la realidad la miran a través de una especie de velo que distorsiona lo que vemos. Así es como, hundidos en esta especie de ceguera, no vemos o no nos damos cuenta o no queremos aceptar determinadas cosas o hechos que directamente  escapan a nuestros análisis o que caen en errores interpretativos.  Estos errores interpretativos se basan en el conocimiento que tenemos a priori acerca de la realidad. Sobre estos conocimientos giran nuestros pensamientos y hasta nuestros sentimientos. El punto clave es en primer lugar entender ese mundo de pensamientos y sentimientos que inunda nuestra mente y en segundo lugar lograr ver por dónde se coló tanta agua.
 Así que para clarificar esto que parece un gran embrollo de palabras diremos que nuestros pensamientos se desarrollan sobre una estructura mental preconcebida (ya establecida).
 Detrás de nuestros procesos mentales, de análisis e interpretación, se encuentra el enemigo número uno de nuestras mentes: El condicionamiento. (Condicionamiento: Acción y efecto de condicionar. // Limitación, restricción. Condicionar: Hacer depender algo de una condición)
Nuestros pensamientos y nuestros actos están condicionados o  como lo define el diccionario: limitados, restringidos. Dependen de ciertas condiciones o circunstancias que se dieron  a priori de nuestro nacimiento tanto  como a posteriori de él.
Nuestra mente parece estar en un sueño profundo, anestesiada por condicionamientos sociales y culturales que hemos absorbido de niños e igualmente de grandes. Y he aquí el problema: lo que creemos está condicionado o  limitado por todo lo que de antemano hemos aprendido. Y todo lo que hemos aprendido no fue una elección sino una imposición. Condicionamientos son aquellas cosas que nos han sido impuestas (modos de ver la realidad, costumbres, rituales o creencias) con o sin intención desde el momento en que nacemos y que no nos permiten entender y vivir en la realidad. El condicionamiento nos hace ver una realidad virtual, nos condiciona a verla de tal o cual manera. Para comprender esto solo deberemos fijarnos como distintas culturas imponen sus propias miradas, sus propios condicionamientos a las personas y por consiguiente imponen una forma de ver y entender  la realidad. Para las distintas culturas la realidad adquiere sentidos  diferentes.  Este es un ejemplo claro de cómo nuestra mirada y nuestra interpretación varía según el lugar donde hemos nacido y crecido.
 Tal vez la columna de hoy contenga demasiadas definiciones de diccionario  pero también sé que es necesario saber el significado de cada palabra, palabras que a veces usamos sin conocer el sentido exacto que poseen. Vemos como cada una de ellas nos hablan acerca de un hombre cuya mente está llena de represiones, obstáculos, restricciones, limitaciones, dependencias y hechos circunstanciales, espaciales y temporales que forjaron su ser.
Entonces, haciendo una síntesis: El hombre está en una especie de sueño provocado por su mente que lo mantiene en la inconsciencia. Su mente está condicionada por el entorno en que nació y creció. El entorno nos da el sentido de la vida y este sentido puede ir variando según el lugar en que hemos nacido. Todos estos sentidos no son más que interpretaciones que se encuentran lejos de la realidad. Para “despertar” debemos tomar consciencia y para que esto suceda debemos emprender un camino de búsquedas, de preguntas, cuestionamientos  en donde no temamos encontrarnos con determinadas verdades.
  ¿No es mejor vivir en la verdad? ¿No debemos vivir en la verdad? ¿No es acaso más terrible vivir en el engaño de una realidad de cartón pintado? Temamos a la mentira, a la vida sin sentido, a la inconsciencia, temamos vivir adormecidos por una sociedad que nos manipula, que deforma el espíritu y la mente del hombre alejándolo de su esencia, de su camino hacia una verdadera  evolución espiritual y social. No posterguemos más el encuentro con nosotros mismos ni la posibilidad de un nuevo comienzo.

(Publicado en Periódico Cultural Hilando Recuerdos - http://hilandorecuerdos.blogspot.com)