martes, 4 de enero de 2011

¿Por qué el hombre necesita controles?

El hombre crea y organiza su forma de vida en modos que llama sistemas y estos a su vez  crean a los hombres. Dos engranajes de un mismo mecanismo que se retroalimentan y que merecen nuestro análisis a fin de romper con ciertos patrones de conducta nocivos.

He escuchado decir, en varias oportunidades, que el hombre  necesita  controles  porque de lo contrario el mundo sería un caos.  En parte, adhiero a este pensamiento porque la realidad tal cual es no puede ser resuelta  de otra manera. La ley, el orden, la moral son remedios  que actúan sobre una realidad enferma y que alivian parcialmente su dolor. Una batalla eterna que combate sin soluciones definitivas.  He ahí la primera cuestión: el hombre y su comportamiento. La segunda cuestión es: los sistemas que imponen orden y moral. Ambos deben ser analizados y cuestionados. Debemos preguntarnos  ¿Por qué el hombre se tuerce tan fácilmente? ¿Por qué se corrompe?  Pero también debemos peguntarnos: ¿Quiénes son los que nos controlan? ¿Qué tipo de controles ejercen? ¿Qué tipo de manipulaciones? ¿Qué tipo de condicionamientos imponen? ¿Funcionan correctamente?
Antes de comenzar a analizar estos dos postulados  quisiera detenerme en la frase con la cual comienzo esta reflexión: “el mundo necesita  controles porque de lo contrario el hombre sería un caos”
Tengo la sensación que  cuando las personas dicen esto no sólo expresan un simple pensamiento o postura sino que enuncian sus miedos, sus limitaciones  y sus propias necesidades. Expresan su necesidad de sentir que algo los contiene, que algo les da un marco de sentido, que algo los ampara o protege y a su vez me están diciendo “no hay otra forma de vivir”,  “no nos saques todo porque nos quedamos sin nada”,  “algo debe establecer por mí lo  que está bien y lo que está mal”  El miedo a perder algo y el miedo a lo nuevo siempre está presente.  La costumbre es más fuerte que cualquier cambio por más positivo que éste pueda ser.
Lo establecido es aceptado aún siendo  contradictorio, estúpido o ilógico y lo nuevo es rechazado  o puesto en tela de juicio. Cuando alguien plantea una nueva idea el hombre tiende a caer en los mismos análisis de siempre, dando voz a pensamientos que en verdad carecen de profundidad o que ni siquiera  son propios sino que están instalados en la sociedad. El hombre consume ideas (como cosas materiales) y no hace una reflexión interna verdadera.
Bien, comencemos con la primera cuestión que antes había planteado: el hombre y su comportamiento.
 Si ponemos la mirada sobre él veremos que necesita leyes,  necesita un sistema contenedor de creencias que le digan qué hacer y cómo comportarse, en definitiva, necesita un orden  para contrarrestar o para combatir el desorden, para combatir su propia inmoralidad e injusticia. No hay modo de darle autonomía y libertad plena  porque no tiene la capacidad de manejar con responsabilidad, justicia e igualdad su propia libertad.  Y aquí es donde llegamos al centro mismo del huracán: el interior del hombre. Porque al final de cuentas EL MUNDO ES UN ESPEJO, UN REFLEJO DE LO QUE SOMOS.  El problema radica en su comportamiento, en su percepción errónea de la realidad, en sus ideas, en su ignorancia y en su credulidad acerca de todo lo que le es dado de antemano. Él es el gran creador de conflictos. Sé que esto es una obviedad pero parece  que nadie se preocupa realmente por comenzar a cambiar ese centro. Cambiar el centro es difícil mas  no algo imposible,  lo que sucede es que  no hay disposición para semejante trabajo  porque en primer lugar las personas no comprenden qué significa este cambio en  realidad.
 Esta trasformación interna va mucho más allá de lo que puede ofrecer la  acción educativa actual o de los valores que la familia pueda trasmitirnos. 
Enseñar para transformar  la consciencia  en nada se parece a lo que actualmente hacemos con los niños. Lo que se necesita es educar  enseñando a reflexionar,  a cuestionar, sin mentiras y con auténtica libertad. Es necesario generar una nueva forma de reflexión que apunte a despertar a las mentes de sus automatismos, que nos trasforme en generadores de ideas y no en meros consumidores.
Ser consciente significa algo más que tener ideas y conocimientos, ser conscientes significa en primer lugar poseer conciencia del yo, logrando una apertura total en nuestra mente. Significa desarrollar una mirada clara e intensa sobre la realidad y un pensamiento coherente, flexible  y justo. Debemos edificar sobre nuevas bases la realidad pero para ello tenemos que convertirnos en seres nuevos. Sé muy bien que para muchos esto es una locura, que para otros  puede resultar incomprensible o  imposible (o todo junto a la vez) o que para otros ya es tarde.  Es  utópico creer que el mundo cambiará como por milagro. No lo hará. Pero también sé que hay personas con potencial, capaces de escuchar, de comprender y de trasformar, personas que no le temen al pensamiento y que entienden que en la trasformación, en la renovación  y en la toma de consciencia radica la verdadera evolución. A  pesar de la realidad no debemos caer en el conformismo, no podemos  dejarnos llevar  porque simplemente todos van como rebaño para el mismo lado, no podemos caer en el  pesimismo y debemos apostar, aquellos que podamos y que queramos, a un mundo mejor.  Aún sabiendo que no podremos lograr cambios profundos y extensos ahora mismo, tenemos que intentarlo, porque nunca sabremos qué podemos generar  en el presente y menos aún en el futuro. Así como no sabemos hasta dónde puede llegar un  mensaje arrojado  en una botella al mar…
 La segunda cuestión es analizar los sistemas controladores o reguladores.  Intentar establecer orden parece ser necesario incluso a veces efectivo pero no siempre las formas en que el orden se impone son las más adecuadas. Las leyes son cuestionables y las formas en que se ejecutan también. Incluso  un sistema puede ser bueno en su estructura pero deficiente en su funcionamiento. 
Muchas políticas son injustas y arbitrarias, muchas religiones son extremistas, limitantes y represivas… ¿Entonces? Entonces también deberíamos cuestionar las formas en que el orden se imparte. No deberemos quedarnos solamente con el pensamiento  que dice  “el mundo sería peor sin orden o sin religión”, eso es demasiado simplista, sino que deberemos ampliar nuestra mirada y darnos cuenta que  a veces los controles no son los adecuados ni los mejores, a veces las leyes no son las más justas ni las creencias las más coherentes.
El hombre hizo al sistema y el sistema al hombre.  Por nuestra falta de autonomía, por nuestra falta de inteligencia, de sentido común, por nuestra ignorancia, somos prisioneros de nuestras creaciones.
Convertirnos en hombres conscientes nos ayudará a escapar de nuestras propias trampas  y a encontrar las respuestas dentro de nosotros para actuar libremente, de modo que no perjudiquemos al otro ni a nosotros mismos. Siempre que estemos ante un hecho o situación debemos  apelar al sentido común, la coherencia, la sinceridad, la comprensión y sensibilidad. Ponernos en el lugar del otro es una de las primeras cosas que debemos ejercitar, saber que el otro sufre así como también lo hacemos nosotros.  Si el otro no nos importa no nos importará dañarlo.
 Seamos dueños de nuestro ser, de nuestras acciones y de nuestros pensamientos. Seamos buenos no por temor ni por obligación sino porque los actos positivos nos conducen tanto hacia un crecimiento personal como social. La conciencia plena nos hará ver lo que somos y por tanto nosotros mismos seremos nuestros propios trasformadores y los trasformadores de nuestro entorno.
 Claro, que para lograr todo esto, hay mucho que aprender y un largo trecho por recorrer…

(Publicado en Periódico Cultural Hilando Recuerdos - http://hilandorecuerdos.blogspot.com/)