viernes, 4 de febrero de 2011

Un ida y vuelta

 Cuan alejados estamos a veces de nosotros mismos, cuan  alejados estamos del otro. En este ida y vuelta, quizás con un poco de esfuerzo y de entusiasmo, empujados  por nuestros deseos de llegar a descubrir al otro y a nosotros mismos nos podamos ver a los ojos en una mirada más sincera y más comprensiva. Quizás escarbando un poco hallemos la esencia  de un mundo perdido…

El tema de hoy tiene que ver con la imagen interior que tenemos de nosotros mismos, con la imagen que proyectamos y con la imagen que el otro recibe e interpreta de nosotros.
Tal vez para algunos parezca demasiado complejo e inverosímil  todo esto pero si vamos paso a paso iremos desenredando esta maraña  y nos daremos cuenta que no siempre sabemos quiénes somos, no siempre somos lo que aparentamos, no siempre somos lo que deseamos ser y no siempre el otro nos ve tal cual somos.
El saber quién soy es un requisito fundamental para crear una imagen más real de la que tengo, más acorde conmigo, una imagen que se acerque a mis verdaderos sentimientos y deseos.
Punto uno: debo saber quién soy buscándome interiormente. En esta búsqueda y en este encuentro surgirá seguramente una nueva imagen de nosotros.
Punto dos: a veces no me muestro tal cual soy, escondiendo mis sentimientos, mis ideas, mi comportamiento, mis deseos. Claro, a veces es necesario cierto autocontrol porque bien sabemos que no todo se puede decir ni hacer, que si bien es bueno ser sinceros también  debemos ser cautos a la hora de expresarnos. Entonces, dentro de ciertas normas de comportamiento, donde no lastimemos a nadie debemos intentar mostrar lo que somos y  lo que queremos. Esto es positivo  en cuanto no mentimos ni engañamos al otro y en cuanto sentimos una liberación interior que nos hará seguramente más felices. Todo depende de lo que tengamos que decir, de quién sea nuestro interlocutor y del contexto o situación.
 En esta búsqueda interior y en este intento por mostrarme tal cual soy  puedo descubrir  que no todo está bien, que no todo es perfecto, que tal vez no soy una persona impecable en mis actos ni en mis pensamientos. Si bien nunca vamos a encontrar la perfección podemos mejorar  nuestro comportamiento mediante la reflexión y la voluntad.
Punto tres: Ser lo que queremos ser. Esto tiene que ver con nuestros sentimientos, con nuestros sueños, con nuestros proyectos y necesidades. Si bien yo dije que no debíamos lastimar a veces resultará imposible no hacerlo, porque no siempre el otro estará de acuerdo con lo que queremos. Nuestra realidad puede chocar con la realidad  del otro pero esto no deberá ser un impedimento para detenernos o doblegarnos.
Punto cuatro: En esta necesidad de ser es donde aparecen en escena los otros.  ¿Somos lo que queremos ser? ¿O somos lo que los otros esperan de nosotros? Muchas veces, por miedo, por inseguridad y falta de autonomía o por complacer  nuestra imagen responde a lo que los otros quieren que seamos.  Nuestra vida nos pertenece  y por tanto seré  el arquitecto de mi propia morada porque nadie más vivirá en ella.
Punto cinco: ¿Nos ve el otro? ¿Nos conoce? Muchas veces las personas más cercanas a nosotros nos desconocen y esto nos produce una gran desazón. El otro tiene una imagen de nosotros que no coincide con lo que somos. Aprender a ver será sumamente importante si queremos conocer a quién tenemos al lado.  ¿Pero qué hay más allá de lo que se ve? Mucho podemos aprender del otro si nos detenemos a observarlo. Basta afilar la mirada y la atención. Cada persona, es un conjunto de gestos y actitudes, las cuales hablan de ella más allá de lo que dicen sus palabras. Si prestamos atención veremos cómo detrás de las palabras o de los gestos se escucha algo  que no se quiso decir. Pero no sólo podemos aprender a “leer” al otro sino que también podemos hacer algo aún más sencillo: acercarnos, hablar, preguntar, interesarnos, comprender  y saber escuchar sin juzgar. Es muy duro darse cuenta que para los más cercanos a veces uno puede ser un absoluto misterio y no tanto porque no nos damos a conocer sino porque el otro de alguna forma no nos quiere ver, no nos comprende  o no hace nada para modificarlo. Es importante que todos profundicemos nuestra mirada para conocer de verdad al otro porque lo que  yo creo puede estar lejos de la realidad.
Punto seis: La mente acomoda a los otros en una especie de “fichero de personalidades”. Cada uno posee una ficha mental  del otro,  en la cual, a nuestro parecer, anotamos los rasgos más característicos. No sólo puede que nos equivoquemos sino que esta imagen ya instalada difícilmente pueda variar en sus conceptos.
-Tal vez  hayamos cambiado pero  la imagen del otro se mantiene inamovible sin que atisbe  siquiera  cambio alguno  en nosotros.
 -Tal vez nosotros queramos cambiar  pero no nos atrevemos porque  forzados a mantener cierta imagen o a responder a lo que el otro cree de nosotros  quedamos “amarrados” a los pensamientos ajenos.
-Puede suceder que lo que nos ata sea  nuestro propio juicio o nuestra creencia de que no podemos.
  No aceptemos los etiquetamientos ajenos,  no nos quedemos anclados en nuestro propio juicio, no seamos tan duros con nosotros mismos si tenemos más para dar y si aún hay mucho que mostrar.  Es importante  romper con esto y por un lado permitirnos ser y cambiar y por otro aprender a ver y a aceptar los cambios de los demás.
Punto siete: La ficha del “raro” o de la aceptación por acostumbramiento. Puede suceder que el otro, viendo determinados cambios en nuestro comportamiento nos reubique en su mente pero esta reubicación no implica un interés por determinar que nos llevó a eso. Quizás en una primera instancia provoquemos en el otro una especie de desestabilización emocional porque no sabe donde ubicarnos ya que no encuentra  coincidencias entre el nuevo personaje y el anterior. De todas formas la conmoción pasa y todo se torna costumbre, la mente vuelve a la tranquilidad habitual absorbiendo los cambios sin cuestionamiento alguno.
Entonces, están los que por desinterés, falta de visión o egoísmo  no quieren o no pueden cambiar, está el que por diferentes circunstancias o posibilidades carece de un mundo interior propio y cuya imagen no deja nada que descubrir porque simplemente es lo que es, lo que se construyó o construyeron de él, está el que no ve al otro o ve lo que quiere ver o pretende crear al otro a su antojo y está también el que no es visto.
A la hora de relacionarnos existe un ida y vuelta en el que no sólo debemos cuestionar nuestra falta de visión, de comprensión  y análisis sino nuestra manía de comportarnos de acuerdo a los deseos del otro. Tal vez no seamos conscientes de esto pero en este mundo de relaciones cedemos mucho de nosotros mismos para agradar, complacer o encajar.
No se trata de volvernos egoístas sino de ser más auténticos, de conocernos, de aceptarnos y de respetar nuestros propios deseos y no tanto los de los otros. Los otros siempre van a juzgar, siempre nos van a decir qué camino debemos tomar pero crecer significa hacer nuestro propio camino. Con esto no  quiero decir que debamos desoír consejos sino que demos oír un poco más nuestra vos interior, una vos que primero debemos aprender a escuchar.
Aprendamos a ver más allá de las apariencias, aprendamos a conocer porque tal vez el otro necesita ser visto  y también veámonos a nosotros mismos en este juego de la vida donde a veces interpretamos o cumplimos  roles que no sólo nos hacen sufrir sino nunca quisimos interpretar.

(Publicado en Periódico Cultural Hilando Recuerdos - http://hilandorecuerdos.blogspot.com/)