martes, 6 de diciembre de 2011

“Importancia Personal”

Hace mucho tiempo, mientras leía un libro llamado “Viaje a Ixtlan“, del escritor y antropólogo Carlos Castaneda, me encontré con estos términos: “importancia personal”. En aquél momento no supe interpretar en toda su dimensión el significado de estas palabras que luego con el correr del tiempo fui descubriendo.
Carlos Castaneda fue un hombre que como antropólogo se acercó a un indio yaqui de México para estudiar el uso de plantas medicinales. Su interés era puramente científico y de orden racional. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, su aprendizaje tomó un giro inesperado. El indio, conocido como Don Juan Matus, llevó a Castaneda a conocer y experimentar la realidad desde otro lugar. Este enfrentamiento con el lado misterioso del hombre o como lo llamaban ellos, lo “desconocido”, no hizo más que romper con su lado racional y lo llevó a comprender que la realidad no es sólo aquello que ven nuestros ojos…
Hoy nos detendremos particularmente en una de sus enseñanzas, “la importancia personal”: definida por Don Juan como aquello que nos hace sentir ofendidos, lastimados, heridos ante el juicio o el comportamiento ajeno, lo que nos produce un gran desgaste energético y un gran malestar. Por eso una de las cosas más importantes para los chamanes era lograr desprenderse de ella ya que hacerlo libera toda la energía que consumimos en defender la imagen que tenemos de nosotros mismos. Para ellos el propósito era el ahorro y la recuperación de la energía a fin de ampliar la percepción hacia otros aspectos de la realidad y para alcanzar lo que ellos denominaban la libertad total de sus consciencias al momento de morir. Sin embargo, sus enseñanzas también nos pueden servir, a nosotros, “hombres comunes”, como una forma estratégica e inteligente de vivir la vida, un aprendizaje que nos puede hacer el camino mucho más fácil y placentero a la hora de vincularnos con los demás y con nuestro interior.
Podríamos comparar a la “importancia personal” con el ego, tal vez así podamos comprender un poco más de qué se trata. ¿Quién no se ha sentido humillado, incomprendido, maltratado, enojado por las actitudes de los demás? Todas estas reacciones emocionales y tan naturales en nosotros, a veces se vuelven nuestro peor enemigo. ¿Acaso no podríamos defendernos, discutir, intercambiar ideas sin que exista el enojo de por medio? ¿Acaso el enojo sirve de algo? La respuesta más sencilla es que el enojo no sirve en absoluto, porque igualmente podemos defendernos sin enojarnos, es decir, actuar de acuerdo a lo que amerite la situación pero sin enojo, tristeza o frustración. Los sentimientos que se generan en nuestro interior no aportan nada a los hechos concretos que nos están sucediendo, en todo caso lo único que hacen es provocarnos mayor malestar y aumentar la frustración. Es decir que no sólo está el problema externo sino que también está el problema interno que nosotros mismos generamos. DOBLE PROBLEMA. Por eso nada más importante que intentar controlar nuestro enojo y nuestras sensaciones. Sé también que no hay nada más difícil de lograr… Sin embargo, creo que vale la pena hacer el esfuerzo. Pero para controlar algo primero debemos saber cómo funcionamos.
En la vida encontraremos distintos tipos de egos. Está el que se enoja desmedidamente y que pierde el control, está el que envidia, el que odia, está el ego orgulloso, el falto de humildad, el ego que no puede verse a sí mismo y que por lo tanto no puede generar cambios en su interior ni en su opinión hacia los otros… está el ego malvado, el ego triste que no para de sufrir, el ego que se siente lastimado por las injusticias a las cuales se ve expuesto etc. etc. etc. El ego es eso que somos o que creemos que somos. Un mar de pensamientos, sentimientos y sensaciones que construyen nuestro ser… El ego depende del tipo de carácter, del entorno en el que hemos crecido, de lo que hemos absorbido y procesado y también de rasgos que adquirimos genéticamente.
Apropósito de esto encontré esta definición (entre muchas otras):
El ego (del latín: “yo”).
Podemos decir que el ego es la persona que crees ser, no necesariamente la que eres o la que puedes llegar a ser. El ego es un personaje que has ido construyendo. El ego es fruto de tu sistema de creencias, pautas, hábitos que has ido tejiendo en base a tus aprendizajes y experiencias desde que naciste y con el que te identificas.
Sé que el tema del ego es muy amplio y complejo y que hay muchas definiciones, dependiendo de la rama desde donde se lo estudie.
No podría decir exactamente cómo se conformó lo que hoy día conocemos como ego. Son los constructores ¿Nuestra familia? ¿La cultura? ¿La moral religiosa y sus represiones? ¿La historia de la humanidad? ¿La supervivencia? Todo parece indicar que en principio fue un modo de defensa del hombre dada por distintas circunstancias y luego, a lo largo del tiempo y la historia el sistema de defensa se fue complejizando…
Pero ahora no nos interesa tanto involucrarnos en tales vericuetos porque más que buscar el surgimiento o el desarrollo del ego nos interesa identificarlo, conocerlo a fin de enfrentarnos con él. Lo que tendremos en cuenta es que el hombre es un ser en continuo desarrollo y que tiene la capacidad de transformarse, de recrearse, de cambiar de estados…
Entonces… ¿Podremos trasformar ese ego? ¿Será que el sólo hecho de ser conscientes de la forma en que actúa nuestro ego y de poner todo nuestro esfuerzo para modificarlo podrá controlarlo? Pareciera que ciertos impulsos fueran irrefrenables…Sin embargo, el hecho de que el hombre tenga la capacidad de aprender y de superarse deberá ser el disparador motivacional para intentar lograr nuestros objetivos o al menos iniciar el camino hacia otro estado evolutivo del ser. Quedarnos con los brazos cruzados y resignarnos no solucionará nada, así que creo que ponernos a trabajar será lo mejor que podemos hacer.
Es indudable que somos prisioneros de nuestras reacciones, de nuestros enojos, conflictos y tristezas. Caemos en la telaraña de nuestras emociones, entramos en crisis, no hundimos en profundas depresiones que luego repercuten en malestares físicos. Los pensamientos negativos pueden ser una verdadera tortura. Llegamos a mantener largas conversaciones con nosotros mismos pensando en la injusticia a la cual fuimos sometidos, trayendo al presente una y otra vez las mismas sensaciones que lo acompañaron. Cada pensamiento negativo viene acompañado de su respectivo sentimiento. Un tiempo precioso se pierde transitando por estos laberintos de la mente.
Obviamente el ego y la desarmonía interna que ejerce sobre nosotros ya es parte de la estructura de nuestro ser pero tal vez poco a poco podamos negociar con nuestro interior y apaciguarlo para que encuentre la calma, la armonía necesarias y así empezar ladrillo a ladrillo a reconstruirnos. Para esto es imprescindible hacer una ardua introspección y enfrentarnos con eso que somos…
Bueno será poner en práctica algunos de estos consejos para que nuestro ego no nos domine:
- Dejemos el ego de lado y pongámonos frente al espejo, miremos quiénes somos con absoluta sinceridad. Veamos lo positivo y lo negativo. Y esforcémonos por trabajar sobre lo negativo. Sin detenernos en la culpa y sin engancharnos a la tristeza. No sirve.
-No dejemos que las opiniones del otro nos invadan y afecten. Las palabras no tienen efecto ni poder si nosotros no se los damos. Comprendamos que el otro puede tener una idea equivocada de nosotros, según su interpretación de la realidad. No nos “amarremos” a los pensamientos del otro. Soltar esa cuerda es lo mejor que podemos hacer para no vernos afectados.
-Nuestra mente siempre nos dirá que tenemos razón, siempre buscará excusas para su autodefensa…Sepamos que es el ego controlándonos. A veces nos enojamos, nos resentimos y no tenemos razón, y lo sabemos sin embargo dejamos fluir nuestros sentimientos negativos, sólo porque nuestro ego está herido. Hay que frenar este mecanismo que nos daña y daña al otro.
-Si el otro tiene razón reconozcámoslo, sin orgullos heridos.
-Si no la tiene y no hay nada que hacer, déjalo…no incorpores a tu mente el sinsabor de no haber sido comprendido. Que quede fuera de tí.
-Cuando decimos lo que pensamos o intentamos que el otro reflexione no esperemos cambios en el otro porque puede que nuestras palabras no sirvan en absoluto. No sintamos decepción.
-Cuidémonos. No nos pongamos en “medio del camino”. Quedémonos a un costado, observemos, para no convertirnos en presas fáciles de cazar. Seamos precavidos, no hablemos demás con personas que no nos comprenden. Busquemos el momento oportuno para hablar y para actuar.
-Entendamos que no enojarnos no significa no hacer nada, sino que significa actuar sin enojo para no salir lastimados, porque el enojo es una daga que se nos vuelve en contra.
-Busquemos la calma: practicando meditación o cualquier actividad que nos guste y nos relaje.
-Intentemos ser flexibles y objetivos, salgamos de nosotros mismos y analicemos las situaciones desde distintos ángulos.
Si logramos dominar nuestra “importancia personal” tomaremos las riendas de nuestra vida y lograremos mayor felicidad, bienestar y salud mental.
Recordemos que el primer lugar en que habita nuestro ser es nuestro interior. Allí anida, ese es su hogar. Por eso es allí donde debemos buscar la claridad, el orden y la armonía.

Publicado en Periódico Cultural Hilando Recuerdos http://hilandorecuerdos.blogspot.com/)